Me pasa con alguna frecuencia, asisto a actividades de estudiantes desde los más chiquillos hasta los más grandes y veo muchas presentaciones artísticas, al final de cada acto siempre son felicitados y elogiados, y claro que lo merecen pero he visto cosas horribles ser reconocidas.
Entonces pesé que quizás ese sea un vicio de nuestro país, no somos un país exigente, riguroso y demandante. Creo que al final de cuentas le hacemos más daño a un estudiante en periodo formativo si le decimos que todo estuvo perfecto cuando desafinó, se olvidó la letra o no coordinó la coreografía. Los hacemos creer que con lo que hicieron es suficiente, en vez de señalarle sus errores, corregirlos e impulsarlos a que se esfuercen más.
Es por eso que los niños luego tienen la dermis tan sensible, que no somos capaces de recibir una crítica sin tomarla de manera personal, sin pensar que la otra persona nos tiene entre ojos, o nos envidia, cuando la realidad es que no nos estamos esforzando lo suficiente, o definitivamente no tenemos las aptitudes para destacar en eso.
Por eso pienso que cuando tenga hijos trataré de enseñarles que si pueden aspirar a cualquier meta, pero el cumplimiento de estos sueños es directamente relativo al esfuerzo que empleen en conseguirlo y su talento, que con soñar y creer no es suficiente. También que sepan cuando han alcanzado su techo, como por más que lo queramos no todos pueden ser Messi u Obama, que hay gente excepcional y aún ellos tienen que empeñar su tiempo y esfuerzo para llegar a ese sitio donde son tan pocos los asientos.
Claro, que esto no va a ser tan necesario porque mis hijos van a ser los mejores en todo, obvio.
viernes, 20 de noviembre de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario