martes, 16 de junio de 2009

juguetes

A la par de la casa de mis abuelos se pasaron a vivir unos niños guatemaltecos, el papá trabajaba para un organismo internacional y había llegado a Costa Rica por esa misma razón yo me hice amigo de ellos, tal vez no eran millonarios pero para si tenían muchas más posibilidades de las que me podían dar mis papás en ese tiempo.
Digo, para mi una barra de mantequilla Dos Pinos era un lujo muy ocasional, un tarro de frutas en conserva era navidad. Ellos eran socios del Castillo, iban a una escuela donde les enseñaban francés, tenían un fax y lo más impresionante… tenían un cuarto solo para sus juguetes.
Y en definitiva el mundo de un niño se determina a través de los juguetes, no importa en que casa vivas, no importa que ropa uses o si tu papa es travesti o presidente, importa cuales son tus juguetes (Ya cuando cumplís unos 14 años tus juguetes vienen incorporados).
También cabe entender que vivíamos en un mundo mattel, las fabulas que veía eran He Man, GI Joe, Thundercats o Transformers, todas diseñadas a partir de líneas de juguetes, por esta razón tu entorno mental era de juguetes, hoy por hoy todavía sueño con el día en que me dejen solo en una juguetería.
Nada te hacía más feliz que el día en que tu mama llegaba con un juguete, por ninguna razón, solo para jugar, eso era mejor que navidad porque te tomaba por sorpresa. Creo que podría ser papá solo para ver la mirada de un hijo cuando cruzo la puerta con un muñeco nuevo.
Mis vecinos tenían el escorpión gigante de los transformer, la casa de los thundercats, a stratos, men at arms, C3p0, un ALF, pantrho, y miles de esos diminutos soldados gringos con que no se podía jugar. Yo por mi parte. Tenía unas abominaciones chinas que eran como para cortar relaciones diplomáticas, con músculos que parecían atrofiados y los ojos y la boca pintados al lado de donde deberían por una descoordinación de la maquina.
No podíamos decir que se tratara de piratería, más bien pertenecía a una especia de ficción sin historia en donde los buenos eran una especia de vikingos o caballeros medievales y los malos siempre eran una formas de animales antropomórficos (y como querían que no fuéramos predadores después de eso) con el mismo cuerpo de los buenos pero en colores. Obviamente la cosa era no desaprovechar moldes.
Yo le decía a mis amigos que esos pertenecían a unas fabulas que no habían llegado a Costa Rica y que ellos no la habían visto ni en cable porque era súper moderna y seguro solo la daban en el cable pero de Estados.
Con ellos jugaba futbol, luchas, de guerra, de carreras, etc. No por menospreciar el trabajo de los chinos (y esperando que hagan mejores estadios que tiliches) siempre se les rompía una liga que llevaban uniendo las dos piernas, era lo primero que se iba, después el soporte de la cabeza y en algunos casos el eje de los brazos (esos eran los menos). Entonces tocaba repararlos.
Con cinta adhesiva, pedazos de globos estallados, calcomanías de campañas políticas o del trabajo de mi mama que era en una empresa de embutidos, tijeras desafiladas y en el mejor de los casos tape eléctrico, al tiempo descubrí que también podía alterarlos, hacerles ropas que no los hicieran ver como los mismo 10 muñecos de siempre y de esa forma tuve cientos de juguetes.
Todavía conservo bajo mi cama una caja con esos viejos destartalados juguetes, en recuerdo del tiempo en que me di cuenta que si un día consigo suficiente cinta adhesiva, bien podría arreglar el mundo.

jueves, 4 de junio de 2009

esquizofrenia

Caminando por las calles oscuras con ropas raídas, esquivo los carros que insisten en arrollarme, yo era grande pero cuando saltaba caía pequeño. Si yo soy grande ¿Porque debo rehuirles? Cuando los confronto se hacen diminutos y se cuelan entre mis piernas a toda velocidad, aceleran como desquiciados evadiéndome.
Sus conductores desaparecen y sus ventanitas se hacen de metal, me lanzo tras de ellos tratando de poseerlos para mi pero ahora soy enorme y mis inmensas manos poco pueden hacer para enganchar esos raudos vehículos que me enloquecen.
Soy tan grande que las calles son pequeñas, desde arriba puedo ver la luz pero mi espalda tapa completamente al sol y llena de sombras a mis pies, ya no quiero ser grande, quiero montarme en uno de esos diminutos carros y manejar como un demente, devorar el pavimento y escapar del gigante.
Soy tan grande que soy el mundo y olvido las calles pequeñas en la medida que encuentro otras mayores, nuevos carros gigantescos me quieren destrozar pero yo ya no quiero enfrentarlos para tener luego que perseguirlos.
Con un terminal esfuerzo lleno mis manos de mi vida y me lanzo y rozo con los dedos una pequeña ambulancia, la velocidad se come mi mente, viajo a un millón de años luz por segundo, cada carro es una vida, cada carro es una historia.
Me pasaré lo que me queda de vida en el suelo, siendo arrollado por diminutas historias veloces.