Me encanta como los opinólogos han resuelto el problema del narcotráfico legalizando el uso de todas las drogas desde su MacBook pro, citando ejemplos descontextualizados y generalmente pensando en la marihuana cuando dicen droga.
Y no hay ningún problema con legalizar la marihuana, de hecho debió hacerse hace mucho tiempo. Se trata de un producto natural, con mínimas consecuencias negativas a la salud, cuyo cultivo y comercialización podría traer activación económica de zonas deprimidas, generar una entrada a nivel fiscal, evitarnos el desgaste que produce su combate, estimular el turismo y que en general las personas bajo los efectos de la marihuana son más bien pasivos y relajados (a diferencia de los borrachos, por ejemplo).
El problema nace cuando sobrepasamos la barrera de la mota o el hashis y empezamos a adentrarnos al terreno de las drogas duras. Yo no sé hasta qué punto como sociedad queremos legalizar la cocaína, el crack, el bazuko, el Crystal Meth o las drogas químicas duras, o si hemos meditado lo suficiente en el costo para la salud pública de esto, si analizamos que el consumo de cocaína aumenta por 13 el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular súbito, que son altamente adictivos y que el consumo de esas drogas baratas como el crack hace que la gente se vea como se ven los al rededores del Mercado Borbón cualquier día a las 11 de la mañana.
Yo asumo que es porque la mayoría de las personas que opinan que es más dañino el cigarrillo, o que produce el mismo efecto que el prozac, o que más personas mueren al año de cirrosis que de sobredosis, han tenido la suerte de no convivir en un mundo donde existen los piedreros, periqueros y narcos. Eso no es cierto, el perico no es prozac y fumar piedra no es menos dañino que fumar un cigarrillo.
Varias cosas, en primer lugar la libertad individual no es todo, de alguna forma hemos llegado a un contrato social en donde el Estado funciona como un ente rector de las relaciones entre las personas, motivo por el cuál le hemos cedido la posibilidad de restringirnos algunas cosas y prohibirnos otras, para procurar en lo posible la paz. Por eso, y aunque la música no es nada malo, no podemos poner bachata a todo volumen hasta las 3 de la mañana en un barrio donde la mayoría tiene que trabajar a las 8, o las fuerzas del orden hacen lo posible por persuadirnos a comer sano o a que no saltemos del puente de Los Anonos, o aunque la gasolina es legan no podemos incluirla en el menú de un bar.
Y es que eso de tomar gasolina no está nada lejos del caso real, la cocaína es un alcaloide que se extrae de las hojas de coca (que también deberían ser legales) que dependiendo de su concentración pueden tener desde un efecto relajante, a uno anestésico o el de poner a la gente pegadísima para seguir la fiesta tres días. Hay países que consideran legal el uso médico de la cocaína, que pasan por procesos salubres de fabricación y es ridículamente cara (Alemania, por ejemplo), se procesa con ácidos con bases químicas puras en una concentración muy cuidada y se administra bajo estricto control farmacéutico. La cocaína esa de los narcos no, la secan con keroseno o diésel, la mezclan con una serie de químicos como bicarbonato y en su camino a la nariz del pueblo va sumando cochinadas mientras e va convirtiendo en perico, tal es el caso de aspirina, polvo de ladrillo y en algunos caso hasta vidrio molido. Así que la cocaína está como en la parte de arriba de la pirámide de consumo, y lo que llega a la base es ese asqueroso sobrante de la olla que se hace sin ningún control sanitario, o de niveles de toxicidad, que le funde el cerebro a los piedreros y los convierte en esa especie de zombies que cuidan carros o se roban lo que puedan para poderse dar un pipazo que les quite el frio, el hambre y satisfaga un poco ese irrefrenable ímpetu que químicamente se desarrolla en su organismo. Quienes conocemos a una persona que empezó a fumar crack sabemos cómo está al cabo de un año, el crack no es guaro, te aparta de la sociedad y hace imposible su reincorporación después de pasado cierto umbral.
Si quisiéramos pensar en drogas duras que se vendieran legalmente tendríamos que someterlas a los mismo estándares sanitarios que las medicinas, el licor, o las bolsas de platanitos, mínimos que garanticen que un producto no nos va a amatar súbitamente o más allá de que tanto estamos dispuestos a ser matados como consumidores informados. Por tanto la cocaína pasaría a ser carísma, un gramo de coca pasaría de costar los menos de 10 rojos que cuesta ahorita a costar lo que paga Lamar Odom o los oftalmólogos alemanes que lo compran legalmente. Es decir, o todos los periqueros se pegan la lotería o seguirán comprando una versión clandestina barata, de baja calidad y producida de manera ilegal, la que seguiría circulando por las redes de tráfico que funcionan hoy en día, por lo que nuestras autoridades tendrían que seguir con la guerra contra el narco, solo que ahora no sería por temas de tráfico de sustancias ilícitas sino para combatir el contrabando.
Es igual que el caso del Chivas Regal pirateado que hacen en Panamá, el chirrite o el chinchibí que hacen con ratones muertos y ácido de batería, solo que con redes más grandes y normalmente más sanguinarias. Las grandes empresas farmacéuticas habrían creado un buen nicho de expansión, al igual que algunos comerciantes que puedan cumplir con los requisitos, pero nada más. Cualquiera que conozca vendedores de droga a cualquier escala (como los veía por decenas cuando tuve el bar) sabemos que no van a pasar con la legalización a ser honestos empresarios o retirarse a otra línea laboral más honesta. Ninguno de los 500 muertos de este año, o los victimarios de estos, van a ir a Tributación a inscribirse y al Ministerio de Salud a aportar la documentación para cumplir con los ISOs necesarios para tener su pyme. Ellos van a seguir moviendo la droga de la misma forma, ampliando su mercado de la misma forma, definiendo su dominio de la misma forma y matando gente de la misma forma.
Mienten los que dicen que es el caso de California o de Amsterdam, ellos legalizaron bajo un marco regulatorio las drogas legalizables, hay un montón de gente presa en cárceles holandesas por trasiego ilegal de sustancias. Tampoco es cierto que Portugal esté súper bien gracias a la legalización de todas las drogas, ellos despenalizaron el consumo de todas las drogas, no legalizaron su venta, tratan el asunto del consumo como un problema de salud pública, pero un problema al fin. No se puede llegar al Wallmart de Lisboa a pedir 5 papas y tres pases de perico, el país está brindando a los consumidores respaldo para resolver su adicción en lugar de criminalizarlos, muy buena medida según creo.
Hay que dejarnos de falacias y de facilismos conceptuales, es cierto que la prohibición no ha resuelto por completo el tema del narcotráfico, que las redes se vuelven cada vez más perversas y por cada túnel que encontramos han construido otros doce, que por cada kilo que decomisamos pasan 100 más o que cada vez que agarramos un duro toman su lugar otros 3 más sanguinarios y la guerra se recrudece. No es cierto que la prohibición no resuelva nada, vean por ejemplo la esclavitud, sigue habiendo trata de humanos, pero el asunto es ridículamente menor que antes de ser ilegal. O el caso la violación o el homicidio, no podemos decir que como no hemos podido frenar cada caso habría que legalizarlos para no desgastar nuestros recursos policiales evitándola. Nada va a acabar con los cárteles, son estructuras inmensas y que hacen lo que les da la gana, solo el presupuesto de uno de los principales grupos de México es 4 veces mayor al presupuesto nacional de Honduras. Ellos cortan gente en dos como advertencia, compran jueces, policías, políticos, matan a sangre fría y hacen más plata cada día, hasta han logrado imponer su estilo de vida como uno aspiracional entre los jóvenes con sus narcocorridos, sus narco novelas, sus narco películas, su moda, sus putas y su mal gusto.
Por último, eso de “si esto no nos está funcionando hay que probar cualquier otra cosa” es una absoluta idiotez, es como jugar a los chances con el futuro del país, las decisiones que se tomen deben ser meditadas, analizadas por expertos y en procura de una mejora y no de un cambio simplemente por cambiar. Que no nos sigan vendiendo humo esos que tiene una solución mágica para todo.
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