lunes, 28 de septiembre de 2009

rosarios y audifonos

La vieja se sentaba en la cama del lado derecho a rezar el rosario como lo había hecho toda su vida. Pasaba las cuentas de madera mientras repetía las mismas palabras a forma de mantra, como permitiendo que un flujo constante limpiara su mente de todos aquellos pensamientos que le fregaban la paz.

En la otra esquina el viejo se ajustaba en su oreja un audífono que había armado con un cable como de 5 metros que se le colocaba en una salida al tele para poder oir cualquier cosa en lugar del adormecerte pasar de las Marías, todas llenas de gracia, como cada noche desde hace 50 años. Esa era una condición que había aceptado hace mucho tiempo, compartirla con Dios unos minutos al día, ver las noticias de la noche el rato que ella repasaba su compromiso.

El había aceptado esa y otras cuantas condiciones ese día que se la encontró en el piso de la cocina, ese día que pensó que se le iba. Había hecho todo lo posible por irse primero y no le había salido bien el plan, ese día había llorado como un chiquito, ese día murió un poquito.

Cuando ella se repuso el comenzó a acompañarla a misa, hasta se confesaba y trataba de portarse mejor, no siempre lo conseguía pero si que lo intentaba fuerte. En el fondo no se si llegó nunca a creer en Dios pero sabía que si existía un cielo ella iría con seguridad y él no podía permitirse el verla de largo.

Pero esa noche le celó esa hora a Dios, digo, ya no tenía tantas horas, había empezado a respirar con ayuda de un tanquecito de oxigeno, el corazón era una cacharpa y todo sus sistema se había hartado de funcionar. Es día la veía desde el otro lado de la cama con impaciencia.

Mi abuela se mojaba las pestañas todas las noches por las culpas inventadas. ¿A quien le importa que la niña se haya casado joven y sin saber nada del otro? Ya lo había soportado mucho tiempo y las cosas ya no fueron soportables ¿Y entonces que? Pues se divorcia ¿Y que? ¿Y que si después de eso había conocido a alguien con que se sintió mejor?

Pero las puertas de la iglesia se le cerraban con sus segundas nupcias, y presumo también las del cielo y eso le estaba rompiendo el alma en dos. Eso la hacía llorar todas las noches y hundirse en su mantra para arrancarse los ¿Qué habré hecho mal?.

Trutra también sufría cuando la veía sufrir, el divorcio no le importaba, lo único que quería es que mi abuela no se divorciara de él, después de ahí que se case y se divorcie y se junte y se coja todo el que así lo decida. Pero la China estaba llorando y eso no se le hacía bonito, por eso le subía el volumen al tele, por eso no le gustaba el rosario.

La volvió a ver de lejos y se le escapó un profundo suspiro y “un suspiro siempre será un suspiró” como se lo cantaba Sam a Ilsa en As Time Goes By. Así que se retiró el audífono y se flexiono a ella con esa lengua lasciva que cargaba y le dijo “Un suspiro es un beso que nunca se dio”.

La vieja suspendió un sus lagrimas pero no su rosario, lo soltó con una mano, eso si, para pegarle una palmadilla entre risillas coquetas y falso enojo, concluyó su rosario y vio a su marido dormirse otra vez más como durante 50 años ya.

Con una excepción, al día siguiente estábamos todos reunidos en horas de la tarde, entre cruzrojistas y parientes lejanos viendo como el viejo se dormía una vez más y esta vez indefinidamente. Mi abuela ya no pedía vida sino que por favor se la llevaran a ella, que ya ella no se sentía a gusto en este mundo tan siniestramente desprovisto de él.

Mi abuelo Jesús fue enterrado a los dos días en un nicho del cementerio de Tibás, sobre su blanco se posaba la última frase del uno de los tantos poemas que le había escrito y que tanto disfrutaban de leer y completarse mutuamente. Mi abuela Matilde murió ese día pero la enterramos dos años más tarde.
La vieja se convirtió en una nubecita, jamás se quito el luto y había dejado de sonreír por completo, de hecho su cara se había formado en una expresión árida, como taxidermia, había perdido completamente su brillo, hasta llorar se le había olvidado.

Una mañana la recogimos en su casa y pasó una cosa increíble. Mi abuela salió sonriendo, caminando a buen paso y se montó al carro repartiendo abrazos con sus brazos gigantes, no queríamos preguntar que había pasado para no arruinarlo, para no cortarlo, Pero ella misma nos lo aclaró.

-Anoche dormí con su abuelo- Se le escapó el gran secreto, como confiesa su primer beso una niña en la escuela.

Hasta ese momento su mente era lucida, nada nos hacía sospechar de los estragos del tiempo en su cerebro, pero bueno, esto era preocupante.

Entonces ella nos aclaró las cosas de forma que hasta el más incrédulo de los incrédulos le encontraría sentido.

Pues resulta que esa noche rezaba el rosario en su mitad de la cama, y entre el paso de las cuentas de madera la atacó algo más fuerte que su mantra, algo le distrajo su lugar seguro y le recordó lo sola que se sentía. Ese día había regresado todas las cosas a su contexto porque sabía que si pudiera tomarlo una vez más de la mano, si pudiera tan solo prepararle una sopa de tortillas más, no le habría importado que se le cerraran las puertas de la iglesia o las puertas del cielo. Soltó el rosario se hizo un puñito y suspiró.

Sobre su hombro distante escucho decir lo que llevaba tanto tiempo de querer escuchar: “Un suspiro es un beso que nunca se dio” y posterior a eso sintió ese beso que recordaba con tanto anhelo y después su brazo. Claramente vio como la cama se hundía en el mismo sitio que siempre, y se dejo abrazar y ya no había lagrimas porque Jesús había llegado a su casa, es decir, el Jesús de esa casa.

Finalmente se juntaron nuevamente, en el cielo, en la tumba o en donde sea pero juntos. En el mismo nicho descansan ya sin audífonos ni rosario. Sobre la tumba queda escrito aquel verso que les escuche recitar entre los dos por lo menos un millón de veces, no necesito escritos para citar textualmente esas últimas cuatro líneas:

…”Porque se encuentra tan ligada tu imagen a mi suerte,
Con tanta fuerza, y tanta intensidad,
Que aunque cansado el cuerpo descanse con la muerte.
Te seguiré yo amando allá en eternidad”

10 comentarios:

Unknown dijo...

Desde hace unas semanas vengo entreteniéndome mucho leyendo las cosas que usted comparte con nosotros, lo cual me parece genial... pero si voy a tener que hacer mi crítica constructiva que siempre caen mal pero bueno...

Después de leer quedo viendo estrellas... creo que es por el negro de fondo con letras blancas.. sería chiva poder leer con mas facilidad.

Es solo un tip o crítica o consejo o necedad.. pero bueno, creo que de algo ayuda!

saludos

Meminho dijo...

Mae-urico, me pasa lo mismo que a Carvajal, esas letras sobre fondo blanco no ayuda, tengo que hacer pausas para refrescar la vista. ¿Cuando ha visto un libro de páginas negras? Por algo los hacen como los hacen.

¨Ese día mi abuela murió, pero la enterramos dos años después¨. Genial.

Azopfeiffer dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Azopfeiffer dijo...

Y ahora?

Meminho dijo...

Mis ojos se lo agradecen.

Azopfeiffer dijo...

Con todo gusto, ojos de Memo.
Por cierto dice Carva que va a pasar unas fotos para ilustrar algunas historias, aca lo estoy embarcando, jajajaja.
Igual con lo que quieran colaborar para que esto salga mejor, siempre será bien recibido.

Unknown dijo...

Jajajaja muy bien la embarcada, es mas, tengo una de la agüela Maco apenas para este último post...

Y si, ya blanco es una maravilla, hay que estrenar con post nuevo!

Saludos a todos!

César González dijo...

Más de 700 días para re morir es un lapso bueno para ordenar las cosas e irse tranquilo. Tuvo suerte la abue

brujadelmar dijo...

Usted siempre cuenta estas cosas, de esta forma..y yo quedo con la misma sensación de cuando uno acaba un buen libro, repite una buena música, baila un buen ritmo.
Gracias

Azopfeiffer dijo...

Nombre, gracias a vos por leerme y decir esas cosas que de fijo no me merezco.