miércoles, 16 de septiembre de 2009

los pobres

Normalmente te dicen que en Europa existe una cultura de general rechazo a lo que suene gringo, que el inglés se vuelve absolutamente inútil y nadie te aceptaría un dólar y muchísimo menos una American Express. Eso no es tan cierto, los billetes te los aceptan y si le hablas despacio en ingles te responden en su casi incomprensible versión.

Donde es mas marcado esto es en Francia; ya acostumbrados a que los enemigos durante mas de 100 años hablaban ingles, parece que no habían terminado de perdonar el rollo de los Liberty Fries.

Pero un caso particular fue el de Angulema (Angoulême) donde normalmente la gente habla un muy buen español. Probablemente esto se debe a que después de la Guerra Civil española se había establecido acá un núcleo de la resistencia en donde se sentaban a hablar cosas feas del generalísimo y a dejarse la barba. La mitad terminaron en condición botonil tras una visita guiada a los campos de exterminio nazi y la otra mitad contó con mucha mas suerte y eventualmente se terminaron dando de acostones con las angomoisins.

Aquella noche llovía, yo había salido con las primeras luces de un Paris sin aguacero y por tierra había llegado entre castillos hermosos y tartaletas de frutas a esta hermosa ciudad del atlántico francés en mi ruta hacía el país vazco, pero llovía. Y aparte que llovía yo me moría del cansancio, había viajado en bus durante horas y no tenía fuerza para mucho más que una Stella en el lobby bar.

El hotel era curioso, porque si por algo es reconocido Angulema es por su Festival Internacional del Comic, especificamente el franco-belga por eso los pasillos estaba disfrazados de bandes dessinées con cuadros del periodista aventurero Tin Tin, de los suspiritos azules, Asterix y otros muchos que ya no alcancé a conocer.

Me cambié en la habitación que compartía con una Barbarella pintada en la pared y camine a la barra del primer piso a rehidratarme antes de caer finalmente al merecido descanso, trate de pedir mi cerveza en ingles y el barman me respondió en un buen español que me facilitó la futura conversación.

A nuestra conversación se unió una señora que estaba con su marido (pero el monsieur no hablaba español) y un nuevo personaje que se integró al poco rato. Se trataba de un taxista que se sentó a la barra mientras esperaba una buena salida o que bajara un poco la lluvia.

Con gran naturalidad surgió la pregunta ¿De donde viene? Ya algo acostumbrado a que en el más benévolo de los casos nos confundieran con Puerto Rico, me prestaba de inmediato a ubicarlos en Centroamérica y de ahí improvisar. Pero no, el taxista dijo que conocía bien de Costa Rica, que era un ávido lector y que entre sus revistas y libros se había encontrado mas de una vez con la dramática situación costarricense

-Bueno, no es particularmente dramática- pensé mientras el taxista le explicaba a la dama que tan a menudo muere gente por inanición en suelo nacional.

Después de que ya la conversación me estaba poniendo incomodo le explique que la pobreza extrema no era un tema que molestara por estadística sino por mero humanismo, que no teníamos grandes ciudades pero que tradicionalmente éramos un país con una gran clase media.

El señor me “sacó de mi error” al aclararme que mi confusión nace al no entender bien los alcances de la clase media, luego me hablo de su carro, su tele y que le había comprado una computadora a su hijo mayor, yo lo escuchaba mientras me tomaba mi cerveza de 6 euros al otro lado del mundo.

Le comente luego que yo también tenia televisión, carro y computadora, y que ninguno estaba hecho de cocos; de hecho ya tenía tele cuando tuvo éxito su asquerosito bebe Jordi. Vaya le dije incluso que el primer hispanoparlante en el espacio era tico.

Me hablo consecuentemente de cómo algunos logran escapar de la selva cuando burlan a los gordos y sudados militares que nos gobiernan.

Le dije desde luego que en Costa Rica no tenemos ejercito, que hasta le habían dado un Nóbel a un tico, y por mucho no el más bueno, también le aclare que nunca compramos un misil de esos que se producen en Francia, de esos que eran el mayor producto de exportación de esta región.

Ya gritoncito me dijo que ha de ser por lo pobres porque aquí los niños mueren de hambre a diario, que somos tan pobres que ni Bob Geldof se atreve a entrar, que somos tan pobres que aspiramos al subdesarrollo y para hacer la cosa mas molesta siguió su discurso EN FRANCES, como para sacar de esto al tercermundista.

Yo sentí que me corría la sangre como el Grande de Térraba, que Garabito me cubría la esquina mientras el Malacrianza interno me pedía puerta. Lo voltee del hombro y le dije despacito, como para que le quedara claro a él y a los demás.

-Mire señor ¿Usted qué piensa? ¿Que en Costa Rica todos nos ganamos la vida manejando un taxi?-

7 comentarios:

MaJo dijo...

esta historia es buenisima, deberia escribirse la de cuando phillemon le respondio en aleman a aquel soquete jij

Azopfeiffer dijo...

Uy si, voy en esas

brujadelmar dijo...

jajajajajaj

brujadelmar dijo...

jajaajajaajajaj tengo qué re-reirme!
me encanta el penúltimo párrafo
jjaajajajaja

César B. dijo...

Jaja, buena historia e increible el nivel de ignorancia del sujeto. Lo que me gustaría saber es que pasó luego de recordarle que no era un astrofísico.

Saludos.

Azopfeiffer dijo...

No mucho, era tan valiente como inteligente

Meminho dijo...

Como que ¨Taxista¨ es un insulto acá y en cualquier parte del mundo...