Ahora se que tenían razón. No había puesto el primer pie en la Universidad y mis profesores ya me habían aclarado que estaba cometiendo un grave error. Con excesiva animosidad nos explicaban como el periodismo genera ulceras, arrugas, caída prematura del cabello, divorcios, hipertensión, disfunción eréctil, demencia etc. etc. etc.
Pero bueno, yo era joven y necio y creía que a los 18 años ya uno ha definido que es lo que quiere hacer con el resto de su vida, yo creía que el periodismo era chiva y entre más me jodían más periodista me sentía. Pero ya el apasionamiento fue siendo menos cuando te adentrabas en la realidad de esta profesión, el lidiar con fuentes de información tan despreciables como lo soy yo en este momento, los horarios de mierda, los salarios de mierda y esa maña que tiene todo el mundo de creer que pueden hacer nuestro trabajo, y mejor.
En medio de todo esto apareció una especie de oasis gordo. William Vargas era profesor en la universidad desde hace años, había trabajado en el extinto Notiseis, en algunos periódicos y ahora laboraba para el Semanario Universidad pero en realidad el siempre debió de enseñar.
Y no se trata de fundamentos técnicos porque cualquier mono entrenado termina la carrera de periodismo con cierto grado de éxito (no se ofendan porque saben que es cierto), sino en el tema del compromiso con la verdad, de la función pública que chorrea por las yemas de los dedos de un comunicador comprometido con dar de su parte para reducir la injusticia y mejorar un poquito las cosas.
Fumábamos como locos en la soda y luego bebíamos como marineros en La Nena, aprendí a amar el trago conversado, a que en las cantinas no solo se habla de viejas y de carros sino que es el mejor ambiente para pensar, para ser más analítico y humano.
Varias generaciones crecimos como periodistas,-de esos de verdad- de esos con bicicleta, que somos los que hoy movemos las páginas de los diarios, las ediciones noticiosas locales y foráneas, y la comunicación del otro lado de la barrera.
Después del gordo todo muy débil, muy hi tec, mucho video desarrollo, FODA y cuanto sobo se estila entre el yuppieperiodismo. Digo después del gordo porque el gordo se nos fue ya hace un par de años en un acto de perversa ironía, al fumador, tomador, hipertenso, goooordo de 300 libras se lo llevo la leucemia.
Cuando nos reunimos aun dejamos una silla vacía esperando que nos cuente nuevamente historias como esta con que procedo, que no me va a salir tan linda pero a más de uno nos va a llevar nuevamente a esas sillas peladas contra el marco polvoriento de la misma cantina en donde nos tomamos más de mil cervezas de a 275 o dos por 500.
Procedo si me lo permiten….
William nació en un pueblito pequeño de Pérez Zeledón, al sur del país para quienes leen esto fuera de nuestros 53 mil kilómetros. Era una zona y un tiempo claramente rural, en donde los viejos se levantaban con las alforjas hacia las 3 y resto para estar trabajando mucho antes que salieran los primeros rayos del sol. Luego regresaban a casa a escuchar esos radiecillos que aparte del AM tenían como 5 otras bandas que nunca llegue a entender, todas menos el FM.
Con ese frio el alma se congela, no la de las madres, que se calentaban rico a la par del fogón de leña mientras preparaban los frijoles y esperaban a los hijos que empezaban a regresar de las escuelas. Ya los hijos iban a las escuelas y a veces a los colegios, pero para ir a la universidad había que montarse a la cazadora y buscar casa en donde un tío o alquilar un cuartito en el centro si les sale algo de beca.
William se había decidido a ser periodista porque así nació, mucha opción no le quedo nunca, y esa mañana se despidió de abrazo de su mama y se paro frente a su tata esperando que este levantara los brazos por primera vez en su vida, que abandonara su mutismo aunque sea un ratito.
Pero no, el viejo se despidió como quien se despide para ir a la pulpería, como quien le dice muchas gracias al 113, como si nada hubiera pasado y nadie se fuera o nadie se quedara.
Y se fue, cada que podía regresaba al pueblo y le contaba radiante en emoción que ahora salía en tele, que le habían dado un premio nacional, que se había casado, que se tomo unos tragos con Silvio Rodríguez, que habló de poesía con el Gabo y estoy seguro que le habrá dicho que ahí en la Universidad tenía unos mil chiquillos que para el eran como hijos, como hermanillos menores. Pero el viejo nada, asentía mientras fumaba y agregaría alguna frase apagada como para hacer notar que le aburría terriblemente lo que estaba pasando.
Su mama murió y sus visitas se hicieron más distanciadas, el viejo trabajo desde la madrugada hasta el último día de su vida, ese último día había llegado y cuando el teléfono sonó tan tarde esa noche ya el gordo se limpiaba los lagrimones con sus manos pesadas mientras agarraba el bus para ordenar los asuntos de su tata.
Cuando volvió a entrar a la casa los sentimientos se le mezclaron. El pecho se le quería romper, latía como si tuviera dos corazones. Se sentó en la cama de sus viejos y empezó a recoger todas sus camisas viejas, pantalones rotos y otras muy pocas cosas de esas que uno acumula en toda una vida.
Se sentó en el borde del catre y se llevó las manos a su calva cabeza agarrando las dos mechas que le quedaban a cada lado de la cabeza, posó los codos en las rodillas y bajó la cabeza. Entre sus pies notó que se asomaba una caja de zapatos amarrada con un pabilo.
Tomo la caja en sus manos, soltó el pabilo y empezó a sacar pedazos de papel amarillentos, unos muy viejos, como del tiempo cuando se fue, otros muy nuevos, como de la semana pasada. Empezó a leer esos títulos que venían desde la Penca a la entrevista con el Gabo y los presones del combo. Un título, a veces una bajadilla, después de eso siempre un William Vargas.
Ahí estaban todas sus notas, algunas con posillos de tinta corrida, como si hubiese llovido un poquito, especialmente algunas de las primeras y las que venían después de la muerte de su mama.
El gordo nuca tuvo hijos- bueno si- nosotros; a los que nunca tuvo reparos de hacernos saber lo orgulloso que lo hacíamos sentir. Yo no tengo reparos para hacerle saber lo que nos hacés falta, gordo hijueputa, y lo mucho que odio que me hayas hecho tan incurablemente periodista.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
10 comentarios:
A mi me echó del primer curso que matriculé con él, porque había faltado las primeras dos clases. No lo entendí y le recordé a su mamá de Perez Zeledón. Luego caí en razón lo que el Gordo que me quería decir, cuando matriculé el segundo curso meses después, algo cegado por la ira y el amor propio herido: El periodismo, como todo en la vida es compromiso, pasión y nada hay que dejarlo pasar de lado las cosas que para uno son insignificantes, como las primeras y aburridas clases de cualquier curso. Gordo, no te fuiste del todo, nos quedaron tus consejos, eso de que no "hay almuerzo gratis" y que le comunicador debe ser primero un maestro y un ente que aporta su grano de arena para hacer de esta sociedad algo mejor.
Too much Mau! El gordo será EL profesor que tuvimos!!!
qué demasiado esto...
Yo puedo pasar de la risa a las lágrimas con sus escritos..
Hay Mau recordarme esto me humedeció los ojos, Gordo cabrón como te extrañamos...
En este país existen muchos reporteros, pocos periodistas, pero maestros como William no hay. Att: Emanuel
Recuerdo que el Gordo nunca, por lo menos para conmigo, tuvo una mala cara, un mal trato; no recuerdo el día en que no tuviera una sonrisa para con alguno de sus alumnos o en mi caso, para los que no eramos sus alumnos. A william lo conocí a través de uno ivaluables amigos, entre el humo de cigarro, buena conversación y café o cerveza! Recuerdo con mucho cariño una noche de tantas en la que fuimos por cerveza y bocas en el finado bar ballenato, pero ese día era diferente, tal vez solo me pareció que para el gordo era diferente, ese día llegó con su esposa y me parece estar viendo la sonrisota del gordo al ir presentando, en ese momento, a los que no conocían a su esposa; tenia la sonrisa de un niño en confiteria, porque estaba contento, tenia en la mesa a tres amores, su esposa, sus alumnos, sus amigos.
Me hubiera gustado conocerlo antes y disfrutarlo un poco más.
TE extrañamos gordo y como me decias "vade retro satanas"... siempre me sacaba una sonrisa los sábados con cara de goma y aliento de café cuando llega a saludarlo a la soda de la universidad
Mi primer dia de clases con el gordo fue muy distorcionado, me dijo que tenia que ser como una monja y una puta, primero tenia que tener vocacion para trabajar en esto y no pensar que iba a llegar a tener horarios normales, para mi el gordo fue de esas personas que con cualquier cosa pequeña te acordas de ellos, cada vez que paso por la Nena ( la original, la que revivimos nosotros) me acuerdo de el, cuando hablan de Parmenio, cuando oigo del INAMU, del semanario, y mas que todo mi mismo barrio ya que viviamos como a 300mts!!! Gordito que idiota que sos, como dejaste a todos estos fans tuyos??
"El que estudia periodismo porque cree que va a hacerse rico, esta en el salon equivocado". Fue lo primero que le escuche decir en mi primera clase con el. Cierro los ojos y lo puedo ver sacando su panuelo y secandose el sudor producido segun fuera aumentando de intensidad una buena conversacion....y ni q decir de recordarlo en La Nena o una vez en La Moderna cuando habia segun el dejado de fumar y a escondidas de su amada esposa nos pedia un cigarro por debajo de la puerta del bano...Gooordo todos fuimos y seremos tus amigos, tus colegas...tus hijos!!! (Mau como siempre mis halagos...aunque conociendote hoy se los otorgas al gordo....)
mau...como nos hiciste recordar.
Gordo Aun recuerdo como agitadamente subia las escaleras de la U, balanceado de medio lado con su pesado bolso, y sus rechinantes camisas: amarillas, naranjas...decia es que soy periodista, nos gusta llamar la atencion....Gordo, gordo como te odie cuando nos obligaste a leer a Saramago, cuando llevaste el estandarte del combo ICE subido en una tumbo cocos, cuando teniamos que comprar TODOS los periodicos...porque quiz de actualidad....pensaba? porque nos aguevas tanto la vida, pero puta aprendimos para la vida, para nuestra profesion y tu mas valioso consejo para mi ....de no dejarme impresionar de cualquiera mucho menos de una fuente de informacion????
Como olvidar al Gordo frente a nosotros limpiando con su pañuelo el sudor de su frente... exigiéndonos desayunar, almorzar y cenar noticias.... amenazándonos con romper las tareas si llevaban muchas faltas de ortografía.... verlo sentado en una esquina de la Nena acompañado de una cerveza, un cigarro y rodeado de sus alumnos, contando miles de historias.......
Gordo... por tí tengo una excelente ortografía, amo la lectura y tengo muchos amigos escritores que descubrí gracias a tus recomendaciones.
Publicar un comentario