lunes, 14 de diciembre de 2009

tiempo

No me cabe duda que la clave para mantener funcionando una relación no se encuentra en el corazón, o en la cabeza, tampoco entre las piernas o guardada en la billetera; la clave para el éxito sentimental está claramente en la muñeca izquierda.

Es el tiempo el que marca todo tu rango de posibilidades, es justamente en el tiempo que podemos ubicar nuestras historias, nuestros presentes, es el tiempo el que hace mella en los corazones cansados y es el mismo que en algún momento rejuvenece ilusiones ya marchitas con ganas de dar ese último round.

Es al tiempo a quien le debo mis recuerdos que son el único merito adjudicadle en una situación en la que se sabe admitir que, cuando de amores se habla, nunca nadie solo gana o solo pierde.

Es la misma escena del avión de Casablanca, todo se resume en un preámbulo de despedida con una deconstrucción y posterior reconstrucción, todos aprendemos a nacer de nuevo en esos labios subjetivamente virginales que te cambian las mantillas cada vez que marcas un teléfono o que aplastas una oreja en el ombligo ajeno.

Fue clave cuando conocí a ese chiquilla alocada que le volaban las mariposas por la espalda y se tomaba tragos en llamas mientras movía los hombros, fue clave porque regresaba a este país a regañadientes con un épico amor a cuestas y unas cuantas semanas de separación, llegaba con un corazón hipotecado a un italiano de quien me daban ganas de enamorarme hasta a mi.

Fueron tres años de una preciosa lucha que me dejo recuerdos maravillosos y una relación que mutó sutilmente en entrañable amistad, al punto que siempre se molesta porque le doy la razón a sus novios y le digo que los cuide, que son buenos muchachos. Llevo meses pidiéndole insistentemente que ya me haga abuelo.

También fue la clave aquella tarde que transmitíamos el programa desde un bar y yo andaba como un pre indigente, gestionando con el abogado la custodia de mi ruinoso corazón en juicio férreo con un amor de ayer que insistía en mantener la patria potestad. Ese día conocí a una muchacha que se dedicaba a modelo pero que siendo prácticamente niños me conversaba de Cortázar y de Silvio, de Tagore y Oppenheimer.

La recuerdo por las conversaciones de mesa bohemia y por el sabor fructuoso de cada centímetro de su cuerpo; la recuerdo por aquel fantasma de la relación sin vínculos afectivos, sostenida apenas por el hilo de la risa que sale del cerebro y ese tacto vicioso que se acostumbraba mutuamente.

Pero aunque traté de explicarlo lo mejor posible, nunca me termino de entender que las manecillas de mi reloj estaban caminado para atrás, y tenía que regresar a mi anterior domicilio para atender el tema de mi mudanza, ahora tengo mi apartamento de soltero.

Y loco fue el tiempo en que conocí a aquella otra muchacha dos meses antes de casarse, y una serie de elementos se confabularon para ponernos las cosas complicadas, terminando nuevamente en la escena del avión, con Paul Hendrid pidiéndole un scotch en las rocks a la aeromoza mientras un servidor jugaba al Bogie y se ahorraba un problemón desajustando su cronometro y perdiendo a la chica por el bien de los tres.

O esta niña maravillosamente chispeante que conocí hace poco, de esas que llenan cada cuarto con su buena onda, linda como día feriado y con todo un compendio de maravillas poco ubicables, ya no en una sola muchacha sino en un solo eón. El punto es que quisieras compartir mucho tiempo de tu vida con ella, quisieras pedirle la hora para sincronizar relojes con precisión británica, pero el mundo no funciona de esta forma, así que tendrás que tomarte el tiempo para entender su historia, compartir la tuya y empezar a hacer tic tac juntos o marcar tarjeta en el reloj de salida.

O de aquella que conoces 15 años tarde, o la otra que llego muy pronto a tu vida, o la que pasó muy rápido, o la que convences que no es tan tarde, o la que le decís que se está haciendo tarde para irse, o el pleito por esperarla una hora, o cuando llegaste dos horas y 5 birras tarde, o las 8 miserables horas de Palmares, o los 3 minutos una vez cada dos semanas a los que nadie quiere llegar, o los aniversarios, o la música de los 90, o la misa de 5, o tu pasado, o nuestro futuro; todo absolutamente todo nace y muere en la muñeca izquierda.

6 comentarios:

BBBB dijo...

De vez en cuando lo escribe me llega a lo mas hondo cuando menos lo espero. Deberia poner un WARNING! ja ja ja. Voy a tener q dejar de leerlo...

Azopfeiffer dijo...

jejeje No, porfavor no me deje ahora, no me deje nunca, jejeje

BBBB dijo...

Ja ja ja. Bueno.

César B. dijo...

Mae usted sabe que me encanta como escribe, y de vez en cuando trato de seguir el juego cuando dejo un comentario, pero la verdad es que esta vez he de admitir que me siento incapaz de si quiera reaccionar.

Me ha llegado y vos sabés porqué. Nunca antes un post ha sido tan certero.

Azopfeiffer dijo...

Gracias mi hermano, mantené los ojos bien abiertos que en algún lado está amaneciendo

brujadelmar dijo...

como siempre....