viernes, 20 de febrero de 2009

ahora te vas en primavera...

Hace algunos años asistía religiosamente todos los martes a un lugar que se llamaba Café Expresivo, los martes se presentaba Omar, un cantante que había trabajado por muchos años en Miami, cantando con músicos cubanos y había adquirido un sazón especial para tocar la salsa mayor, el bolero, el son y el guaguancó.
Cantábamos y bailábamos en un ambiente muy fraterno, todos formábamos parte del show, te sacaban a bailar de mesa a mesa, hacíamos chistes y le entrabamos a la percusión improvisando con botellas de coca cola rellenas de frijoles o cualquier tiliche que diera ritmo.
Con el paso del tiempo todos nos conocíamos pero seguía siendo un misterio el borrachín que se sentaba en la mesa contigua al escenario a pedir canciones.
Siempre pedía una que Omar no conocía, una de Vitín Avilez que se llamaba ¿Por qué ahora?, posiblemente nunca le puso atención porque eso lo decía entre sollozos etílicos y además la pinta no le ayudaba. Siempre llevaba el pelo colocho y desordenado, una barba de tres semanas (santas), ropas viejas que protestaban por si mismas contra la industria de la moda, unos zapatos que caminaban con dificultad sus últimos pasos y olor al guaro de la semana pasada. Su expresión era confusa, su mirada cansada de circular buscando ojos amables entre las usuales miradas de rechazo.
Un día nos quedamos tomando ron y cantando canciones de madrugada, emborrachándonos de amor como Héctor Lavoe y aprendiendo la lección de la Falsaria. El borrachín se acercó a la mesa y le pidió su canción, como nadie sabía la canción pidió la guitarra, la sostuvo a como pudo y a todos nos recordó que si la habíamos escuchado y que ya no la íbamos a volver a olvidar.
Solo rodando por el mundo,
con un dolor profundo
y sin poder llorar.
Luego la escarcha de los años,
cubriendo con un baño
mi angustia y mi penar.

El borrachín se llamaba Mauricio, era un periodista colombiano que había llegado a Costa Rica perseguido, acá se encontró solo y encontró compadres en el cañal, fue dejándose rendir a ratos y ahora no le quedaba mucho más que unas buenas historias que contar y la versión más apasionada de esta canción que escuche en mi vida
Por que esperaste tanto tiempo para irte
por que dejaste que tu amor me corroyera
Pudiste hacerlo mas humano y despedirte mas temprano
y mi vida no muriera.

El lugar era de una italiana maloliente, drogadicta y adinerada, a ella le llevaba sus asuntos legales una señora francesa muy elegante que se llamaba Claire, ellas se reunían los martes temprano, se tomaban un te de infusión de hiervas y asunto resuelto. Un día a Claire se le hizo tarde y terminaron de conversar con las canciones de Omar de fondo.
Se acerco tímidamente a la parte del bar atraída por esa música inspiradora. Semana a semana fue llegando un poco más tarde y terminando más tarde, en algún punto se busco una mesa y se tomó su te de infusión de hiervas zapateando un cha cha cha.
Claire era una señora de unos 55 años, elegante y sobria a la hora de conversar, había enviudado hace muchos años y se había dedicado a sus hijas, como Costa Rica no fue su país de juventud no tenía amigas, nunca salía y se había dejado empaquetar en su rol de madre profesional.
Tenía décadas de no ir a un bar, de hecho esa debería ser la primera vez que estaba sentada sola en la mesa de un bar, se sentó como gata persa en los destartalados sillones de café y pidió una copa de vino tinto para colorearse la sangre.
Desde el otro lado del salón cruzó una figura zigzagueante, se posó frente a ella y le dijo con una perfecta entonación que superaba su etílico estado: “Le bella dama sería tan amable de complacerme con un solo baile, sálvele la vida a este pobre borracho”. La escena nos preocupó a todos, menos a Claire, ella se sintió fascinantemente irrespetada. Mau nos enseñó como se baila un buen bolero de a cachete pegao, flotaban sobre el salón mientras Omar le hacía el favor de cantarle “Señora bonita…”
Bailaron varias piezas más, hablaron el resto de la noche, ella recordó lo que era sonreír y el recordó el sabor del te. Con el paso del tiempo los venció el amor, Mau se peinó, arreglo la barba y encontró trabajo como músico, eventualmente le compraron el bar a la italiana y se sentaban todos los martes en la misma mesa a brindar con ron añejo porque el día los volvió a encontrar juntos.
Acá el único pecado era no pecar, era volver a morir cada uno en su esquina, de todas formas quien podía venir a enseñarles como se sentía eso de ser feliz ¿Desde que estrado? Si explicarles el amor a ellos era como grabar una película sobre el Amazonas en el Parque del Este.
Se proclamaron amor eterno ante el único altar que conocían, me siento incapaz para reproducir el dulce sentimiento que se brindaban con cada mirada, con cada sonrisa cómplice, con cada ¡Salud!. El nunca le prometió que todo estaría bien, ella nunca se lo pidió, ellos sabían que la vida cambia y esa vez cambio a favor de ellos… pero eso no siempre sería si.
Mau amaneció muerto un par de años después de conocer a Claire.
Por que jurabas que me amabas sin sentirlo
cuando enredabas mi cabello con cariño.
Pudiste haber parado a tiempo con decirme mira niño
es un juego y nada mas.

Omar cantaba cada martes en el mismo sitio, el lugar empezó a quedarse vació, el dolor era demasiado intenso para bailar tranquilo, solo quedaba al fondo ocupada la misma mesa al lado del escenario, desde donde con una voz tambaleante pedía siempre la misma canción de amor y abandono, lloraba mientras enjugaba sus canas en una cubita y con acento francés le cantaba a su amado.
Ahora te vas en primavera,
como si no supieras
que para mí es mortal.
Ahora ya es tarde y siento pena
mi alma está muy llena
de tí y de tu mal.

3 comentarios:

raulhdez dijo...

el entry mas sweet q has escrito
bueno saber q todavia queda un vestigio subyacente de humanidad en vos...

brujadelmar dijo...

Qué hermoso!
Lo leo, y releo, flotando!con los ojos enjugados y Vitín Avilés de fondo..

Anónimo dijo...

Inolvidable tema. Canciones como esas ya no se hacen.