martes, 11 de noviembre de 2008

semana santa

Definitivamente el mundo está dispuesto para que uno odie la religión.
Aparte que la misa es recriminante y aburridísima; que el 90% de las monjas son amargadas y un poco repugnantes; que un importante numero de sacerdotes salieron sátiros y maricones; y como si ellos no pudieran repelerme por si mismos, el estado confesional les da una importante manita con la ley seca.
Es una tortura un poco degenerada eso de darte vacaciones justo el día que no podés comprarte una cerveza, ellos pretenden darme cinco feriados al año y hacerte desperdiciar dos viendo a unos tipos disfrazados del carajo de los condones pegarle a “Jesus” con unos palos pintados con spray dorado.
Este debe ser el inicio de una serie de historias desastrosas, como la mía, una línea de eventos que nublan la mente y te llevan a cometer actos desproporcionados, algunos se lo atribuyen a los vicios, a mi generalmente me pasan las pocas veces que estoy sobrio.
Esto sucede un miércoles santo antes de media noche, a eso de las 8 de la noche cuando ya el vértigo de las últimas horas de barra reñían con la total carencia de mujeres, cómodamente trasladadas a domicilios costeros para que otros hagan uso de sus abusos.
Yo no, mi total incapacidad para proyectar una fecha especial y mi imposibilidad de acumular alcohol si no es en mi estomago me llevaba a tomar desenfrenadamente buscando esperanzas hacia las 12.
Esa noche estaba con dos amigos míos, realmente no tan amigos entre ellos, lo cual hacia un poco más complicada la situación, habíamos entrado en la dinámica carcelera de quejarnos de la mujeres, de sus necedades, de sus cabronadas, de sus zorradas cuando sonó el teléfono, era una zorra cabrona y necia de esas que necesitábamos urgentemente.
Mi amigo atiende una llamada de unas muchachas que trabajaban en un bar en Coronado, cuando cerraban el bar iban a hacer una fiesta que prometía ser lo más hereje que se había hecho en semana santa desde la crucifixión de Cristo, mi amigo nos previno de la existencia de drogas ilícitas y posibles orgias lésbicas, no nos fuera a tomar desprevenidos la cosa.
Pasamos a un supermercado de esos de conveniencia, compramos dos litros de whisky 12 años, una bolsa de hielo, unos vasos plásticos y nos dirigimos al mostrador, todavía no sabíamos si iban a alcanzar los condones que ellos vendían –Dígame una cosa, ¿Esos condones aguantan como para cogerse 5 viejas hasta el Domingo de Resurrección? ¿Si me la lleno de cocaína y después me pongo el condón se dañan?- Esas eran las preguntas útiles, jamás aquello de ¿Dónde es la fiesta? O ¿Quién es la muchacha que nos invitó?
En el momento en que me senté en ese bar a esperar a las saloneras tenía una cierta sensación de inseguridad, es como el ese pequeño olor a Napalm con que se despierta todavía en Vietnam. La verdad es que algunas no estaban tan feas, esto podía pintar bien… claro.
Finalmente llego la municipalidad y nos fuimos al parqueo a esperar indicaciones… nos fuimos al parqueo, dos horas, a esperar indicaciones... Nos fuimos al parqueo, dos horas, con un grupo de maleantes que bailaban Dance Hall, a esperar indicaciones… Nos fuimos al parqueo a tomarnos nuestros litros y a autocompadecernos en 24 años de destilado escoses.
Ya casi a las 2 salió una de las muchachas, montó 4 cajas de cerveza a mi carro (realmente este debería ser el final de la historia) se subió con nosotros y nos empezó a guiar, siga por acá, ahora a la derecha, ahora izquierda, izquierda de nuevo, métase por esta callecita, pase a los piedreros, siga subiendo, cuidado con los huecos, siga subiendo, cuidado que la calle se pone estrecha, siga subiendo, parta un clavo con el culo, siga subiendo, parquee a la par de los carros modificados ahí donde se acaba el camino, bajen las cervezas y estamos.
No se veía tan seguro el tema de los estañones encendidos, tampoco me encantaba la pared con balazos ni la distribución de hombres a mujeres. Yo le suplicaba al cielo que ninguna de esas muchachas se fijara en mí, que me ignoraran como usualmente pasa, que notaran que no éramos ni de la misma especie.
No podíamos irnos porque teníamos el carro prensado, yo estaba pensando en hacerme una resortera con los doce millones de condones que trajimos, mi vida entera paso frente a mis ojos, entiendo que a Jesus le fue más gacho pero yo estaba identificado con él.
Unas muchachas nos agarraron de la mano y nos metieron de pleno al baile, “Dead man walking” así que en medio del salón, rodeados de trencitas y peluches; con mucho flow, blin blin y de gansta; con los reflejos mermados por el abuso de licor y los ojos llenos de terrenal arrepentimiento…
Que buena tafies compa, ojala el otro año armen otra así, al suavitel, pero con mops menos pura mierda, al chile!!! Ya a las 7 de la mañana todo el mundo iba jalando.
Que el señor se apiade de nuestras almas y nuestros higados.

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