jueves, 4 de diciembre de 2008
el comisariato
Esta historia no es mia, se ha contado en las cantinas de mi pueblo desde hace muchos años y uno podría suponer que fue real, talvez exista un Coco envejecido por algun rincón todavía. Esta es la forma en que yo la cuento.
El tiempo camina diferente en los pueblos, los ritmos son diferentes, la gente se dedica a cosas distintas y son importantes otro tipo de vainas.
El centro del pueblo lo define el comisariato, resabio de los tiempos de la colonia que para mucho aun no han terminado, por un lado pulpería, a la par farmacia, en un lado de la barra una soda y cruzando una cortina la cantina.
“El que tiene perro que lo amarre; el que no, que no”, en lugares como este no hay mucho más que hacer que tomar, un contrabandito, el guarito de nance, un bombillito de chirrite y esas cosillas ayudan a pasar los días. Calientan el pecho aunque afuera el día este caliente, calienten los cachetes y calientan también la jupa.
Cuando toca apretar los dientes, hay pocos que se la vean venir a Coco, Coco era un bueno para nada, en realidad bueno para una sola cosa, era bueno para los pichazos.
Donde Coco pegaba no volvía a salir pelo, se la pasaba borracho desde enero hasta enero, caminaba solo de madrugada (12 es más que madrugada en un pueblo), y la gente se cambiaba de calle.
Coco tenia una legión de malvivientes que le reían sus matonadas, un poco entre miedo y un poco entre respeto, todos los días los podía ver en la cantina desde que comenzaba la mañana.
Un buen día apareció un muchacho, un muchachillo con una chiquilla al lado de la soda, se pidieron dos empanadas de papa y dos frescos de crema, saco la monedilla y pago, comenzaron a hablar, bueno, ella comenzó a hablar, el comenzó a mirarla.
Con solo esos ojos uno podría saber que el llevaba meses queriéndola invitar, que se había hecho de un valor inaudito para dirigírsele, para pedirle que sacara un ratito, tal vez paso por enfrente de la casa, se limpio los zapatos con el dedo para quitarle los chirriones de las piedras que había pateado como convenciendo a un pie de llevar el otro.
La camisa le quedaba grande, su ropa de chiquillo no le sentaba bien a una ocasión tan solemne, le robo al papa la camisa con la que iba a la iglesia y el peso con que pago los frescos.
Los ojitos le temblaban cuando la veía, también le temblaba esa sombrita precoz de un bigote arrepentido que invitaba al beso, uno nunca sabe, tal vez ese día le robaba un beso.
Ella era linda, el pelo le tocaba esas caderas de niña, inclinaba la cabeza como pidiendo permiso, sonreía con un frunce que desalineaba la constelación de pecas de sus rojizos cachetes, ninguno de los dos tenía la menor idea de donde poner las manos.
Coco tenía una idea más clara de donde poner las manos.
El la vio desde el otro lado de la barra, dio la vuelta desde la cantina y se mando por ella, se coloco entre los dos, le puso la mano rotando entre el muslo y el inicio de las nalgas, se parqueo con cara de sátiro, le vio las tetitas como quien come mango sele, se limpio el hocico y se volteo donde él.
Se rio, el muy hijueputa se le cago de risa en la cara, con ese aliento a chirrite y saliva vieja, lo enjachó con esos ojos vinagrosos de carcelero y se le paro de frente.
Se volteo donde el cantinero:
-Póngame dos copa llenas- Le dijo mientras su manada de callejeros le reían la gracia
Metió los dedos en el fresco de crema y le dijo- Se lo toma con pajilla, y no me arrugue la carita porque si me arruga la carita lo vergueo-
El chiquillo agarro la pajilla, se le llenaban los ojos de agua mientras chupaba ese guaro pa dentro, forzaba la expresión a mantenerse tiesa, tiesa, tiesa, pa que no lo verguearan. Termino el trago, se bajo del banquito, agarro a la chiquilla de la mano… la soltó, salió corriendo a la puerta y se quedo llorando esperándola.
Todos se reían mientras la muchacha se quito a Coco y trato de agarrarle la mano de nuevo, el no se dejo, salió caminado un par de pasos delante de ella, ella lo siguió.
En todo el comisariato no hubo una sola persona que le dijera a Coco lo mucho que se había pasado, nadie, nadie quería ponerse la leva con ese animal, la tarde prosiguió entre tapis y carcajadas, la mayoría del chiquillo, hasta un par de la chiquilla.
De un sopetón se abrió la puerta del comisariato, entro el chiquillo con la cara tiesa, dio la vuelta por la barra y se le paro en frente a Coco, se le quedo viendo directito a los ojos y con vos de mamulón le dijo al cantinero:
-Póngame dos frescos de crema, hasta arriba- el cantinero entre risas sirvió los dos frescos- póngale pajilla y apúrese que ando carrera-
Se lo empujo a Coco con el dedo y le dijo
-Se lo va a tomar y con pajilla- ahí se le quebró un poquito la voz- y si arruga la cara, lo mato-
Coco tallo los puños, todos los amigos tomaron distancia esperan que ese chiquillo saliera volando, en realidad ninguno de ellos había llegado tan lejos, Coco levantó la mano…
Coco agarró el vaso, agarró la pajilla y se tomo todo el fresco, en ningún momento arrugo la cara. Termino el freso, dio media vuelta y se fue a parar afuera, a donde amarran los perros.
El chiquillo se tomó su crema y salió del lugar, en ese momento nadie dijo nada, después salieron todos corriendo a donde Coco.
Todos le cayeron como zopilotes:
-¿Mae como se le ocurre, como va a dejar que ese mierdoso lo humille, ese chamaco que sabe de la vida? ¿Porque se dejo, idiota?-
Pobrecillos, los que no sabían nada eran los escandalosos, los advenedizos que vivían de la carroña del vergueador, Coco ya ni se acordaba como leer pero no era tonto, para ser malo hay que ser bien vivo. El había aprendido una lección que estaba dispuesto a enseñarles una vez y una vez nada más…
Mientras el respeto del grupo se le iba de las manos apaleado por ¿Porques? Coco levanto la vista y les dijo
-No había nada que hacer, ese chiquillo traía el brillo de la muerte en los ojos-
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1 comentario:
En todo Barrio hay un Coco, en el mío le decían ¨Pelón¨, cementero de piel dura como la cáscara de un cerdo, curtida y de color mal oliente, al tipo que las mamás le decían ¨marihuano¨ y uno pasaba adentro de la casa como si viniera el diablo por la acera. Pelón estuvo ausente varias veces, leáse en la cárcel, delitos varios. Un día regreso ciego de tanto cemento que inhaló, y fue recibido en la cada de otro maliante que terminó asesinandolo, supongo que por problemas de crack.
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