El tenerte cerca me hace bonito, la gente me lo ha dicho y yo lo se, que desde hace un tiempo atrás brillo bonito. Nadie sabe de que se trata pero ahora sonrío más, hablo con más gracia y soy más humano, me despierto sonriendo aunque tenga sueño y diga lo que diga la báscula, estoy más flaco.
Me cambie el peinado, me quite el bigote, juro que me veo 5 años más joven y me siento 15. Ahora canto canciones de Calamaro mientras me sirvo el café, dibujo bichos a la orilla del periódico cuando estoy haciendo el crucigrama, como helados frente al Teatro Nacional, deje a medio palo el Lobo Estepario y volví a empezar Cocorí.
Tal vez no debería decir esto, pero las mujeres me ven distinto, me hablan con cualquier excusa, me recuerdan diferente, nadie sabe lo que es pero es que vos me hacés bonito.
Y es que vos sos bonita, y la vida es bonita y a veces uno solo necesita que se le corra la nubecita para ver el sol y así levantar la vista y ya no ver al suelo, por ahí y me caigo pero no hace falta que me ayudes a levantarme, yo en algún momento te alcanzo.
Normalmente se me ve huraño, como un animalito agredido que ladra mucho y pela los dientes, pero aunque la vida si me ha dado más de una patada y en ocasiones piense que somos perritos rencos de la misma pata, hemos aprendido a menear el rabo cuando nos juntamos y ya cuando no estas me echo de panza a tomar el sol.
En días como este me gustaría creer en Dios para poder decirle gracias. Jejejejeje.
Y eso te lo debo a vos, porque antes no venía tan bonito pero vos me viste bonito (ya no mintás) , y me aguantaste un par de pelotudeces y me recordaste lo bonito que es recién dejar de verse y hablarse por teléfono, y vos también recordaste lo bonito que era llegar tarde -con tragos- y a la mañana siguiente sentirse bien y hacérmelo saber, y ponerse apodos y ponerse canciones y robarse besillos y esas cosas que había dejado de hacer hace ya mucho tiempo.
En estos años normalmente no he sido el mejor hombre, a algunas mujeres decepcione y muchas otras ni me di chance de conocerlas, también otras me hicieron daño a mi y me dejaron encajonado con un corazón de piedra granito, de lo que se hacen las tumbas. Lo más probable es que vuelva a ser así en algún momento -ojala no- pero probablemente si.
De todas formas hoy no tengo tiempo de pasados ni futuros, hoy solo me da chance de ir a jugar con perros a las veterinarias, de tomarme una cerveza fría, de comer chocolates y de chatear con vos un ratito, sentado como indito y arqueado como una llanta.
Trate varias veces de escribir algo sobre vos pero me costaba, creo que ya se me olvido como se decían cosas bonitas cuando son ciertas, pero hoy me desperté sonriendo otra vez y me vi en el espejo me sentí bonito, me senté frente a la computadora y solo se me ocurrió que tengo mucha suerte, porque encontré una bonita que me hace bonito y que aunque se nos esté acabando el tiempo no me duele, porque es peligroso andar mucho tiempo por la vida viendose tan bonito. Jajajajajaja
Sea como sea *NX
lunes, 24 de agosto de 2009
jueves, 13 de agosto de 2009
paloma negra
Mi abuelo fue alcalde de Buenos Aires hace unos 50 años cuando eso era un castigo para cualquier profesional indiscreto que gusta más de las mujeres, los pleitos y el trago que del crecimiento profesional y el interés colectivo. Buenos Aires era tierra de indios, y todavía se sabe en todos los caminos que vienen desde las montañas, que en tierra de indios manda más el cacique que ningún alcalde
Y tampoco es como que se lo propusiera, en realidad Buenos Aires fue una especie de clínica de intoxicación, en donde podía amaneces en cualquier esquina albadeado de chicha sin que pesase el escrutinio de la mirada vallecentralina. Pero mi abuelo trajo un tesoro del centro, 4 hijas jóvenes y bonitas que levantaron el revuelo entre el pueblo.
Las menores eran aun niñas que a lo sumo ocasionaron problemas de niñas, pero la más grande ocasionó un problema mucho mayor, un potentado de línea Usekra había puesto sus ojos en ella y bueno… más que sus ojos, porque una pequeña indita crecía dentro del vientre blanco de mi tía.
El indio se casó enamorado, y entre su silencio de indio fue abriéndole el corazón a su mestizo retoño. Pero Buenos Aires era muy pequeño para un corazón tan grande, nacida la niña el pueblo empezó a arderle como ortiga, y los besos del indio a saberle como bebedizo amargo.
Cuando mis abuelos regresaron a San Jose mi tía volvió con ellos, los viejos se hicieron cargo de la pequeña cuando ella era más niña que la recién nacida y hacía pataletas cuando no quería ser mujer, cuando se rehusaba a ser mama y se le había olvidado como amar al cacique.
El indio se compró una casa enfrente a la de ellos para poder pedirle a diario que no le clavara esa flecha, que la dejara tocar de nuevo su rubia cabellera y decirle una vez más cuanto la quería en su tosco modo. Que por lo menos lo dejaran ver a su niña, que no lo matara como a un indio en tierra de blancos.
Pero ya era muy tarde, ya otro había entrado a su rancho y no pensaba irse así de fácil. Peñaranda tenía un galillo angelical, cantaba en el trío Costa Rica y lo había conocido una noche que se escapó a la Esmeralda. No más de verlo se rindió, ella sabia que ese iba a ser su tormento hasta el día de su muerte.
Peña le cantaba la Paloma Negra y la mataba, poco tiempo después se estaban jurando juntos y formaban un hogar con tres nuevos retoños. Su Paloma si supo ser madre, y muy madre, de estos y supo ser mujer y muy mujer, del cantante.
Consecuentemente Peña no se negaba al mundo ni a la noche y la mayor parte del tiempo no se negaba a las mujeres, esas mismas palabras que la enamoraron, enamoraron a muchas más, agarraba por su cuenta la parranda y desaparecía días enteros en otras casas y volvía alevoso a rebosarle los oídos con palabritas de amor.
Aparte de eso: la pobreza, con tres niños en edad de necesitar y un salario de cantante que se dividía entre los hijos, el trago y sus desapariciones. Un verdadero apostolado de amor cuando recordaba que las tierras del indio alcanzaban desde la cerca hasta donde se acababa la vista y este nunca escatimo en detalles para hacerla sentir como su reina.
Pero el amor es así de cabrón y nada la hacía sentir tan plena como cuando entraba un: sol, do, re, sol, re
Y bueno, la vida no era fácil pero era vida, al fin y al cabo de que sirve la estabilidad cuando no se desea. Pero aun así a ratos quería escapar y a veces el agua se derramaba del vaso y esas puertas se cerraban para Peña pero se abrían para todos los demás.
Nunca vi a nadie manejar de mejor forma su dolor, cada vez que se peleaban lo echaba de la casa para siempre y se inventaba una fiesta, solo caía una llamada y ya uno sabia que tocaba la fiesta. No más cruzar la puerta te llegaba el olor a tequila y se te metía Jose Alfredo por los oídos.
En los ceniceros no cabían los cigarros, al tocadiscos se le ponía dos monedas de diez para que no brincara la aguja y siguiera sonando el “No volveré”, era lunes, martes, miércoles, no importaba, hoy se celebraba que a la Macha se le fue su cruz y ya por fin la cosa iba para mejor.
Pero en eso sonaba el teléfono y- como no se hablaban- el nada más le cantaba, y como eso no siempre servía, desde la acera empezaba a sonar un requinto y un galillo de querubín que le pedía a la Paloma que no se vaya, y ella era fuerte, pero no tanto.
Por dicha no se acababa el tequila sino que ahora era con música en vivo, de repente la casa se llenaba más de uniformados y las guitarras pasaban de mano en mano y las canciones se iban muriendo con el sol mientras que en un sillón placían abrazados el mariachi y la paloma.
Y al mes siguiente otra vieja, otro pleito, otra fiesta, otra borrachera, otra llamada, otra serenata, otra Paloma, otro beso y otras promesas por cumplir.
Claramente todo el mundo lo odiaba, incluso cuando el paso del tiempo lo obligo a bajar el ritmo y a desaparecer menos a menudo. Ya llevaban 30 años juntos pero nadie creía en que eso fuera algo serio. Era algo serio, se llamaba amor.
En un sobre de manila en la gaveta de al lado de la cama encontraron desglosado el monto por un ataúd barato, un cortejo fúnebre moderado y un pequeño extra para gastos de ese día; al lado, la Paloma a la que le exploto el corazón de tanto latir.
A Peña no se le volvió a ver durante todo este proceso, desapareció como llegó, por la noche. Una iglesia llena vio salir a mi tía en hombros sin que la acompañara el amor de su vida, por primera vez desde que era mujer estaba sola. La colocamos en el mismo nicho que a mis abuelos, encontró consuelo entre papá y mamá.
Cuando se prestaban a cerrar con concreto la fosa se escucho desde el fondo un nuevo:
sol, do, re, sol, re
“Ya me canso de llorar y no amanece
ya no se si maldecirte o por ti rezar.
Tengo miedo de buscarte y de encontrarte
donde me aseguran mis amigos que te vas.
Hay momentos en que quisiera mejor rajarme
y arrancarme ya los clavos de mi penar.
Pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos
y mi cariño con la aurora te vuelve a esperar.”
Peñaranda apareció impecable, con el traje dignamente planchado, la barba recién hecha y cantado al lado de sus otros dos mosqueteros, cuanto trato de entonar las primeras palabras se le quebró la voz cual si hubiera caído del ultimo piso de Saturno, su hermano trato de acudir al rescate pero una mano le hizo entender que ese era su trabajo, que nadie más debería nuca cantarle Paloma Negra a su mujer.
El ultimo ladrillo sello finalmente el destino entre los dos. Que la melancolía no los engañe, esta es básicamente una historia de conflictos, dependencias, infidelidades, alcoholismo, pobreza y muchos otros tipos de vicios sociales, pero ya con un par de tragos encima y cuando la canción dice aquello de “Dios dame fuerzas, que estoy muriendo por irte a buscar “uno se pone a pensar que el amor no es sino el más placentero, adictivo y destructivo de todos los buenos vicios.
Y tampoco es como que se lo propusiera, en realidad Buenos Aires fue una especie de clínica de intoxicación, en donde podía amaneces en cualquier esquina albadeado de chicha sin que pesase el escrutinio de la mirada vallecentralina. Pero mi abuelo trajo un tesoro del centro, 4 hijas jóvenes y bonitas que levantaron el revuelo entre el pueblo.
Las menores eran aun niñas que a lo sumo ocasionaron problemas de niñas, pero la más grande ocasionó un problema mucho mayor, un potentado de línea Usekra había puesto sus ojos en ella y bueno… más que sus ojos, porque una pequeña indita crecía dentro del vientre blanco de mi tía.
El indio se casó enamorado, y entre su silencio de indio fue abriéndole el corazón a su mestizo retoño. Pero Buenos Aires era muy pequeño para un corazón tan grande, nacida la niña el pueblo empezó a arderle como ortiga, y los besos del indio a saberle como bebedizo amargo.
Cuando mis abuelos regresaron a San Jose mi tía volvió con ellos, los viejos se hicieron cargo de la pequeña cuando ella era más niña que la recién nacida y hacía pataletas cuando no quería ser mujer, cuando se rehusaba a ser mama y se le había olvidado como amar al cacique.
El indio se compró una casa enfrente a la de ellos para poder pedirle a diario que no le clavara esa flecha, que la dejara tocar de nuevo su rubia cabellera y decirle una vez más cuanto la quería en su tosco modo. Que por lo menos lo dejaran ver a su niña, que no lo matara como a un indio en tierra de blancos.
Pero ya era muy tarde, ya otro había entrado a su rancho y no pensaba irse así de fácil. Peñaranda tenía un galillo angelical, cantaba en el trío Costa Rica y lo había conocido una noche que se escapó a la Esmeralda. No más de verlo se rindió, ella sabia que ese iba a ser su tormento hasta el día de su muerte.
Peña le cantaba la Paloma Negra y la mataba, poco tiempo después se estaban jurando juntos y formaban un hogar con tres nuevos retoños. Su Paloma si supo ser madre, y muy madre, de estos y supo ser mujer y muy mujer, del cantante.
Consecuentemente Peña no se negaba al mundo ni a la noche y la mayor parte del tiempo no se negaba a las mujeres, esas mismas palabras que la enamoraron, enamoraron a muchas más, agarraba por su cuenta la parranda y desaparecía días enteros en otras casas y volvía alevoso a rebosarle los oídos con palabritas de amor.
Aparte de eso: la pobreza, con tres niños en edad de necesitar y un salario de cantante que se dividía entre los hijos, el trago y sus desapariciones. Un verdadero apostolado de amor cuando recordaba que las tierras del indio alcanzaban desde la cerca hasta donde se acababa la vista y este nunca escatimo en detalles para hacerla sentir como su reina.
Pero el amor es así de cabrón y nada la hacía sentir tan plena como cuando entraba un: sol, do, re, sol, re
Y bueno, la vida no era fácil pero era vida, al fin y al cabo de que sirve la estabilidad cuando no se desea. Pero aun así a ratos quería escapar y a veces el agua se derramaba del vaso y esas puertas se cerraban para Peña pero se abrían para todos los demás.
Nunca vi a nadie manejar de mejor forma su dolor, cada vez que se peleaban lo echaba de la casa para siempre y se inventaba una fiesta, solo caía una llamada y ya uno sabia que tocaba la fiesta. No más cruzar la puerta te llegaba el olor a tequila y se te metía Jose Alfredo por los oídos.
En los ceniceros no cabían los cigarros, al tocadiscos se le ponía dos monedas de diez para que no brincara la aguja y siguiera sonando el “No volveré”, era lunes, martes, miércoles, no importaba, hoy se celebraba que a la Macha se le fue su cruz y ya por fin la cosa iba para mejor.
Pero en eso sonaba el teléfono y- como no se hablaban- el nada más le cantaba, y como eso no siempre servía, desde la acera empezaba a sonar un requinto y un galillo de querubín que le pedía a la Paloma que no se vaya, y ella era fuerte, pero no tanto.
Por dicha no se acababa el tequila sino que ahora era con música en vivo, de repente la casa se llenaba más de uniformados y las guitarras pasaban de mano en mano y las canciones se iban muriendo con el sol mientras que en un sillón placían abrazados el mariachi y la paloma.
Y al mes siguiente otra vieja, otro pleito, otra fiesta, otra borrachera, otra llamada, otra serenata, otra Paloma, otro beso y otras promesas por cumplir.
Claramente todo el mundo lo odiaba, incluso cuando el paso del tiempo lo obligo a bajar el ritmo y a desaparecer menos a menudo. Ya llevaban 30 años juntos pero nadie creía en que eso fuera algo serio. Era algo serio, se llamaba amor.
En un sobre de manila en la gaveta de al lado de la cama encontraron desglosado el monto por un ataúd barato, un cortejo fúnebre moderado y un pequeño extra para gastos de ese día; al lado, la Paloma a la que le exploto el corazón de tanto latir.
A Peña no se le volvió a ver durante todo este proceso, desapareció como llegó, por la noche. Una iglesia llena vio salir a mi tía en hombros sin que la acompañara el amor de su vida, por primera vez desde que era mujer estaba sola. La colocamos en el mismo nicho que a mis abuelos, encontró consuelo entre papá y mamá.
Cuando se prestaban a cerrar con concreto la fosa se escucho desde el fondo un nuevo:
sol, do, re, sol, re
“Ya me canso de llorar y no amanece
ya no se si maldecirte o por ti rezar.
Tengo miedo de buscarte y de encontrarte
donde me aseguran mis amigos que te vas.
Hay momentos en que quisiera mejor rajarme
y arrancarme ya los clavos de mi penar.
Pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos
y mi cariño con la aurora te vuelve a esperar.”
Peñaranda apareció impecable, con el traje dignamente planchado, la barba recién hecha y cantado al lado de sus otros dos mosqueteros, cuanto trato de entonar las primeras palabras se le quebró la voz cual si hubiera caído del ultimo piso de Saturno, su hermano trato de acudir al rescate pero una mano le hizo entender que ese era su trabajo, que nadie más debería nuca cantarle Paloma Negra a su mujer.
El ultimo ladrillo sello finalmente el destino entre los dos. Que la melancolía no los engañe, esta es básicamente una historia de conflictos, dependencias, infidelidades, alcoholismo, pobreza y muchos otros tipos de vicios sociales, pero ya con un par de tragos encima y cuando la canción dice aquello de “Dios dame fuerzas, que estoy muriendo por irte a buscar “uno se pone a pensar que el amor no es sino el más placentero, adictivo y destructivo de todos los buenos vicios.
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