La vida en nuestros tiempos es una constante lucha entre el tener plata, no hacerse gordo, pasarla bien sin morir en el intento y ser atractivos al sexo opuesto, esta perpetua confrontación nos llena de ansiedad, stress, tristeza y agotamiento… y lo peor es que se hace tan terriblemente corta. Este concepto a lo Woody es tan aplicable a la vida del adulto contemporáneo.
Entre los 20 y los 30 años un hombre es un adolescente funcional, está en la merecida etapa de experimentar, salir de fiesta, ligar lo que pueda, irse a la playa con 5 rojos en la bolsa, cortarse el pelo de maneras estúpidas y ponerse ropa de la que luego se arrepentirá. Su única responsabilidad verdadera es no cagarla de modo que esto afecte sus años venideros, ojalá sacar una carrera, conseguir un trabajo y aprender todo lo posible, que no lo echen por llegar de goma, tratar de no pegar una panza, o al menos mantener el número lo más bajo posible, en la medida de lo posible establecer un plancito para comprarse un carro al que no se le caigan partes y buscarse un apartamentito para tener fiestas, meter viejas y aprender lo mínimo de quehaceres domésticos. Nadie espera de un veinteañero que sea un señor, que tenga puestos de liderazgo, ser un ejemplo de padre o proveedor del hogar, casi ningún hombre estará listo antes de esta edad para ser un adulto.
Para los 30 años ya debe ir perfilando una carrera, un área de especialización, ser reconocido como alguien bueno, no llegar oliendo a guaro tres veces por semana, dejar el cigarrillo, dejar de comer las cosas que ya no nos permite el metabolismo, empezar a hacer algún tipo de ejercicio para mantenerse bonito y aplazar el cuerpo de señor por una década, dejar los looks radicales a quienes todavía van a la U, descubrir el traguito conversado y la reunión de casa, el vino, los restaurantes cuyo menaje de cocina no consiste en un freidor, pensar en un lotecito o una casita que deber por los siguientes 15 años, un salario que nos pase de las cabinas a los hoteles, no ir a Expomovil solo a ver a las modelos, hacerse acompañar de una mujer que aparte de bonita te de paz y con quién podría uno verse en el futuro, entender sus necesidades y respetar sus tiempos, darle un lugar prioritario en la vida, ser un caballero, ponerse colonias menos dulces y hacer mejores chistes.
Es a partir de los 40 el pico productivo de los hombres, donde se aspira a los mejores puestos y por tanto mejores salarios, donde se acumulan las cosas compradas durante las décadas pasadas y se goza de estabilidad, seguridad y la posibilidad de comprar buenos regalos e ir a almorzar entre semana a los lugares que antes eran de fin de semana, de llevase a cuatro a la playa. Es también el tiempo donde se comienza a guindar la piel, donde mantener la panza bajo control requiere lo que a los 20 se necesitaba para ir a las olimpiadas, donde la música extrañamente se hace más ruidosa e todo lado, donde estar soltero es sospechoso y divorciado lo normal, el tiempo en que formar una pareja se vuelve una ecuación algebraica entre sus hijos, los míos, su ex, la mía, mi pensión, sus noches libres, mis mañas y las suyas, es un tiempo donde la mayoría de hombres han llegado a la aceptación que su diversión pura y dura ha dejado de ser prioritaria ante retos más importantes. Todo señor que se ha ganado sus cosas en la vida fue un universitario quebrado un par de décadas atrás.
Es un error esperar algo de un hombre de manera extemporánea, normalmente a las mujeres les va mejor con hombres un poquito mayores pero tampoco es una ciencia exacta, nadie debería presionar a un veinteañero a casarse si no le nace, como tampoco debería forzar a ningún cincuentón a ir a bailar Farruko o ponerse pantalones pegados al cuerpo de color verde perico. La naturaleza es sabia, si se van tomando las decisiones correctas se va construyendo una vida en los tiempos apropiados y disfrutando cada paso del camino. Deje que radar interno lo lleve, que no hay corazón traidor a su dueño, si no se ríe con alguien, si requiere luchar contra su voluntad el pasar tiempo juntos o tener sexo, si dos terceras partes del día se la pasan peleando por los temas más innecesarios, si su mayor aspiración es convertir a la otra persona en alguien más, si ha llegado a pensar en el amor como un asunto prescindible, quizás debería reanalizar sus prioridades en la vida.
Total el futuro es tan incierto, y la vida es tan corta que a lo único que podemos aspirar es a ser felices y a hacer felices a los demás.
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